lunes, 7 de octubre de 2013

Valientes

Si hay algo ineherente a mi forma de ser es el no poder parar de darle vueltas en mi cabeza a todo lo que me rodea. Da igual que sea el comportamiento de la gente, lo que me ha ocurrido hoy en el trabajo, ese artículo de ciencia que leí esta mañana o lo rápido que cambia el tiempo aquí en Finlandia. Da igual que sean cosas triviales o no tan triviales. Al final todo sigue un proceso que me hace llegar siempre al mismo punto: ¿Estoy llevando mi vida por el camino que realmente quiero? ¿Me acompañan en ella las personas que de verdad me deben acompañar?

Tengo la suerte de que, desde hace unos meses, va conmigo de la mano una persona que me hace muy feliz; pero sigo cuestionándome día tras día si es así como quiero que sea. No dejo de preguntarme, por culpa de ese concepto tan anclado en la sociedad de "amor ideal", si él es la persona adecuada. Pero, por suerte, creo que me he dado cuenta a tiempo de que no hay un "amor ideal" que venga dado "porque sí", desde el principio, de forma mágica. Eso no existe. Ni en las mejores parejas.

Creo que la clave siempre está en la comunicación, en ambos sentidos; en el respeto hacia la otra persona; en tratar de buscar un equilibrio, no caer en el chantaje; en la sinceridad... En la sinceridad especialmente. Y es que para mí no hay otra manera de construir la confianza del otro que siendo totalmente sinceros. Y es que, como he leído hoy navegando un rato por la red, "las mentiras piadosas no se cuentan para evitar dolor, sino para no enfrentarse al dolor de la otra persona".

Así pues, mi última reflexión (y que conste que no hablo de verdades universales, sino de mis valores), es que, para construir algo que merezca la pena, hay que ser, principalmente, valientes.

jueves, 30 de mayo de 2013

Conversando

—Míralos, sin tener ni idea de nada... Yo creo que la ignorancia da la felicidad.

—¿De verdad los consideras ignorantes?

—Bueno, ya sabes a lo que me refiero: quizá desde un plano intelectual...

—Sí, sé a lo que te refieres. Y no estoy de acuerdo contigo. Piensa lo que te dé la gana, pero la gente que se permite el lujo de mirar a los demás por encima del hombro simplemente porque no tengan esos títulos de los que tanto les gusta presumir a ellos o porque no tengan una cantidad de conocimientos inmensa, me parecen, francamente, un pedazo de mierda.

—A ver, que tampoco...

—No he terminado: me parecen un pedazo de mierda. Ellos son los verdaderos ignorantes. Ignoran lo que es tener dignidad sabiendo ser humildes. Ignoran lo que es ser respetuoso a pesar de las diferencias. Y, sobre todo, ignoran lo que es ser feliz. Y para mí no hay mayor y peor ignorancia que esa.

sábado, 25 de mayo de 2013

Resumen del mes

Llevo mucho tiempo sin actualizar esto, tratando de poner en orden mi cabeza, porque incluso ahora todo sigue siendo un torbellino de emociones y pensamientos para mí.

En los centros jóvenes la cosa se ha asentado ya, tanto con los trabajadores como con las chicas y los chicos. Ahora estoy preparando algunas actividades para hacer esta semana con ellos, porque es la Semana de la Juventud y mi labor aquí consiste en esto: en organizar actividades. Y es especialmente en este punto en el que he estado reflexionando mucho últimamente: cuesta bastante encontrar apoyo entre los trabajadores para sacar adelante las actividades que propongo. Y es frustrante.

Los chavales no es que tengan mucha iniciativa, sinceramente, pero lo puedo entender: no muestran especial entusiasmo por nada por la sencilla razón de que, si lo hicieran, destacarían y eso les da pavor. Ya madurarán y se darán cuenta de que no deben dejarse someter tanto a la presión de grupo. Pero lo que no comprendo es que los propios Youth Leaders no quieran ayudarme a la hora de sacar adelante las actividades que propongo. Se limitan a asentir cuando les expongo mis ideas, pero no me facilitan los medios y eso es algo a lo que no tengo acceso tanto como querría simplemente por la barrera del idioma.

No es que me pongan trabas, no. Es que sencillamente les da igual si lo hago o no. Y yo no comprendo esa mecánica de trabajo. Para mí ser un Youth Leader no consiste (y no debería consistir) simplemente en estar ahí para los jóvenes si lo necesitan. Está muy bien que ejerzan de educadores en el aspecto social, pero creo que a una persona no se la educa sólo a base de consejos y de normas, sino a base de experiencias y, si no vamos a trabajar en equipo para hacerles vivir ese tipo de experiencias que pueden ser buenas para su educación, no podremos nunca sentirnos a gusto trabajando. Primero, porque yo siempre me voy a sentir frustrada (y recordemos que los voluntarios estamos aquí para todo lo contrario). Y segundo, porque ellos se van a sentir incómodos trabajando con alguien que siempre está "incordiando" con cosas para hacer como si ellos no tuviesen ya bastante encima. O al menos así es como me estoy sintiendo últimamente en mi lugar de trabajo. Y no me gusta.

Y, como no me gusta, se lo voy a hacer saber, porque no voy a consentir que esta dinámica de trabajo continúe mientras yo esté aquí. No al menos conmigo. A mí me encanta pasar tiempo con las chicas y los chicos, pero no quiero que mi estancia aquí se limite a eso, porque no me siento útil, francamente. Está muy bien eso de ayudarles a mejorar sus notas en inglés porque están practicando. Está muy bien que confíen en mí y poder darles algún consejo; pero, la verdad, para eso tengo ya a mi hermana pequeña. Sé que puedo hacer mucho más y que puedo resultar de mucha más utilidad que todo eso.

El día 31 de este mes tenemos una reunión para hacer una evaluación de este primer periodo del EVS y les voy a hacer saber mi opinión acerca de lo que estoy haciendo y lo que estoy sintiendo. Yo aquí no soy una trabajadora más: ni tengo sus estudios ni me pagan como a ellos, por lo tanto, no voy a ejercer su trabajo. Mi función aquí es diferente, pero necesito su apoyo. Yo sola no puedo, porque no puedo estar, hablando en plata, como una mosca cojonera detrás de los que se supone que son mis tutores o mis apoyos aquí. Más que nada porque lo he hecho y no ha servido para nada. Está claro que algo está fallando en la comunicación. Incluso hemos estado esperando tres meses para empezar con las clases de finés, cuando se suponía que eso iba a ser algo con lo que íbamos a empezar nada más llegar. Y, la verdad, si yo estoy cumpliendo con mi parte del trato, espero recibir lo mismo del otro lado. Es más, hace algo más de un mes, algunos de los Youth Leaders que conozco estuvieron en un curso de formación sobre el EVS en el que, supuestamente, aprendieron un montón y les ayudó a la ahora de tener ideas respecto a los voluntarios. ¿Sí? Pues todavía estoy esperando a que las compartan conmigo. Y se lo he dicho ya unas cuantas veces. De verdad que muchas veces es desesperante la pasividad de la gente...

En cualquier caso, aunque todo lo que he puesto aquí ahora no sea positivo (no todo podía ser de color rosa siempre), sigo estando muy feliz y sé que, si quiero, puedo hacer que las cosas cambien. Eso sí, la primera que tiene que querer y tiene que tomar la iniciativa soy yo.

Por otro lado, ahora mismo sólo estoy yendo a trabajar a Monari y a Verkko, ya no voy a Voisalmi porque en verano cierra, lo que me ha dado cierta tranquilidad, porque ya no ando de un sitio a otro todos los días.

Y respecto a mi vida social, bueno, además de las salidas nocturnas y los nuevos amigos, que dan para mil historias, hay algo que quiero destacar: hace unas tres semanas conocí, gracias a Sirpa, a una mujer finlandesa que quiere aprender español, Helena. Tiene 67 años, está jubilada y estuvo ejerciendo como médico en la ciudad. Pasa los otoños y los inviernos en las Islas Canarias desde hace dos años por temas de salud y, cuando viene a Finlandia en primavera/verano, la verdad es que no tiene mucho que hacer, así que se le ocurrió, al vernos a Dani y a mí en el periódico, que podría recibir unas clases de español. Y en ello estamos.

La verdad es que estoy encantada, no sólo porque tiene una energía admirable teniendo en cuenta su edad (estoy acostumbrada a ver a jóvenes más pasivos que un perezoso, así que lo suyo es algo que me sorprende), sino porque es alguien de quien estoy aprendiendo un montón. Me encanta que comparta conmigo las experiencias por las que ha pasado a lo largo de su vida. Y, además, al no haber tenido abuelos, nunca he tenido esa figura intermedia entre el amigo y el padre o la madre y, la verdad, ha sido algo que siempre había querido tener y que aquí he encontrado. Así que aquí tengo otra nueva motivación.

Os pondré al día de nuevo pronto.

¡Saludos!

jueves, 16 de mayo de 2013

Cada vez mejor - Entrada del 30 de abril del 2013



Hei!

¿Cómo está yendo todo por allí? Ya me han informado de que ahora mismo tenéis bastante frío y que incluso hay lugares en los que ha nevado. Vaya faena... Por aquí el tiempo está siendo una locura últimamente (es lo que tiene la primavera), pero al menos nos hemos podido olvidar de la nieve ya.

Como siempre, vengo para contaros cosas buenas. Entre otras cosas, porque malas todavía no me han pasado. Hoy me estoy preparando para salir esta tarde a disfrutar de una fiesta que hay en todo el país: Vappu. En realidad, el día festivo es mañana y aquí en Lappeenranta se hacen picnis en la zona amurallada; pero hoy la gente, especialmente los jóvenes, se va a las colinas de la ciudad a pasar el día con sus amigos y, cómo no, a beber. De hecho, Dani ha hecho su propia traducción de Vappu: «botellón». Os podéis imaginar. Por cierto, ya he visitado el puerto de la ciudad y me pareció precioso. Y eso que todavía no está el hielo del lago deshecho. Fue un buen día en el que hacía sol y en el que no paramos de hacer cosas: recoger nuestras bicis, dar un paseo por el puerto y tomarnos un chocolate allí, Dani se fue a jugar luego un partido de fútbol, nos fuimos a cenar fuera después... En general ese fin de semana fue genial, porque vino Alberto, al que tenía muchísimas ganas de ver, y salimos de fiesta también.

Pero bueno, a lo que iba: el trabajo. Y digo «trabajo» por decir algo, porque en realidad lo que hago es pasármelo bien en los centros jóvenes. Estas dos últimas semanas el único evento especial que hemos tenido ha sido «Monari Live». Consiste en una tarde en la que se da una serie de conciertos de bandas de la ciudad que quieran tener algo de promoción, pero este fue especial: trajeron a una especie de cantante de rap-reaggae llamado Juno bastante famosillo en Finlandia. A mí no me gustó nada, pero parecía que las chicas y los chicos estaban muy entusiasmados con él.

Para mí lo importante ese día fue estar con ellos, porque cada día nos llevamos mejor y, como os dije, he conseguido que confíen en mí: lo mismo estamos bromeando, que me preguntan cosas sobre drogas o alcohol; me cuentan sus problemas en sus casas o con sus novios/novias; me piden consejo; me cuentan cómo les están yendo las clases, sus planes para verano o para el fin de semana; lo mismo hablamos de nuestras vidas y nuestros sentimientos que de motos y coches... Jugamos al billar, a la PlayStation, nos dedicamos a hacer el payaso por el centro joven... ¡Ya hasta he conseguido que me den abrazos! Estoy muy, muy bien. Yo al menos siento que estoy en una gran familia y a todos con los que he tratado les tengo cariño ya. No ha habido un día todavía en que me haya ido asqueada a casa

Y para qué hablar de los adultos con los que trabajo: me siguen tratando igual de bien, con la diferencia de que cada día están más animados por aquello de que el verano está cerca. Y que conste que con esto no estoy queriendo decir que antes no estuviesen animados, pero en fin, ya hasta consigo que bailen un poco y que se rían más conmigo. Estoy, de verdad, muy contenta.

Por otro lado, ya pensando más en el verano, debo decir que planes no me faltan. En realidad, no sé de dónde voy a sacar tantos días de vacaciones... ¡Suerte que tengo muchas horas extras acumuladas! Y este fin de semana, además, van a venir a casa algunos de los voluntarios que conocimos en Kokkola para darlo todo en la ciudad, así que aquí tengo otro motivo para estar contentísima.

Muchos días reflexiono sobre mi estancia aquí (y especialmente cuando escribo en el blog) y la mayoría de las veces mi conclusión es la siguiente: no sé si es que realmente estoy teniendo muy buena estancia aquí o es que soy estúpidamente optimista. El caso es que estoy disfrutando mucho y creo que va a seguir siendo así.

Pronto volveréis a tener noticias mías.

¡Saludos!

Sigo aprendiendo - Entrada del 13 de abril del 2013


Moi, mitä kuuluu?

Aquí me hallo de nuevo, dispuesta a haceros un resumen de estos días, aprovechando que hoy es el último día de la semana que trabajo y tengo un rato libre ahora en el centro joven.

La verdad es que esta semana ha sido bastante tranquila. Hasta he tenido un día libre extra, porque el compañero con el que iba a estar se puso enfermo y no pudo venir a trabajar. El lunes hice jornada de mañana en Monari y estuve con Dani planificando algunas actividades que vamos a hacer para la Semana de la Juventud, que es a finales de mayo. El martes estuve en Verkko y en Voisalmi, que ese día trabajé como doce horas, así que tengo horas extras acumuladas que me van a venir genial para verano. El miércoles estuve en los mismos sitios, pero haciendo mis horas normales. El jueves lo tuve libre y el viernes estuve por la tarde en Monari.

La verdad es que los días que mejor estoy es cuando voy a Voisalmi o cuando estoy en Monari, porque es donde más cosas se pueden hacer con los chavales. El miércoles, por ejemplo, estuve haciendo pizza con los niños en Voisalmi y luego, además, pude llevarme un trozo que me vino muy bien para no tener que hacerme la cena. Y el viernes, que fue cuando mejor me lo pasé, había una discoteca para gente con discapacidad en Monari. Me encantó esta experiencia porque fue genial ver lo naturales que son: no les importa su "estatus" o la imagen que dan a los demás, son ellos mismos y punto.

Aunque suene cursi y aunque suene a típica payasada de película yankee, la verdad es que creo que mucha gente debería aprender de ellos. Y especialmente en un país como Finlandia, en el que la inmensa mayoría de la gente es tan sumamente tímida. Me pareció divertido, entrañable y sorprendente darme cuenta de que para ellos sí que no hay diferencia entre países. Que entre ellos no había nadie excluido. Que habían venido totalmente dispuestos a divertirse y lo estaban haciendo, sin importarles cómo los viese el resto. Es más, no creo que fuese algo que siquiera se planteasen. Y eso es algo que me hizo pensar sobre las chicas y chicos que suelen venir a Monari: entre ellos el "estatus", la apariencia, importa. Como entre todos los jóvenes, prácticamente. Y, si a eso le unes lo retraídos que son, las consecuencias no son precisamente positivas.

Día a día los veo y no puedo evitar preguntarme a menudo si serán felices comportándose de esa manera. No es gente que esté a la defensiva, por suerte; pero creo que es incluso peor en cierto modo: es gente que muchas veces ni siquiera reacciona por no sentirse ridículo. Tengo la impresión de que viven bloqueados por esa insana costumbre de no mostrar sus sentimientos y, en fin, a veces me entristece. Pero aquí estoy para enseñarles. O al menos para intentarlo. Y por intentarlo que no quede.

Poco a poco voy consiguiendo tener mejor relación con ellos y ahí es donde veo la puerta abierta para influirles positivamente en su comportamiento. Y quizá una de las vías sea mostrarles que no pasa nada por ser natural, que da igual lo que los demás piensen y que se vive más feliz cuando la opinión de los otros no se tiene en cuenta constantemente.

¡Saludos y gracias por leerme!

jueves, 4 de abril de 2013

Reflexionando


¡Por fin es primavera!

No sé qué tal estará el tiempo por España ahora mismo, pero por aquí no nos podemos quejar: prácticamente todos los días está soleado y cada vez las temperaturas son más altas. Aunque bueno, lo máximo a lo que hemos llegado han sido 4ºC. Eso sí, a mí al menos ya me dan ganas de guardar el abrigo y salir en manga corta a la calle, porque después de haber estado dos meses con temperaturas bajo cero, se echa un poco de menos. Ahora entiendo a los "guiris" cuando van a España en marzo y están con pantalones cortos. Y, además, ahora tenemos unas 14 horas de luz solar, así que esto es una maravilla.

Ahora mismo estoy en Monari y el resto de Youth Leaders están en su reunión semanal. Yo estoy en una sala de la oficina escuchando a los ancianos que vienen los jueves aquí, que están cantando una canción típica finesa acompañada por el piano. Y la verdad es que ver con qué orgullo expresan algo que les pertenece me hace pensar en todo el tiempo que llevo aquí.

He estado unos días dando vueltas a sobre qué escribir en el blog, porque quería hacerlo, y he necesitado una pausa para poner todos mis pensamientos en orden. Me he dado cuenta de que no puedo sacar ninguna conclusión por ahora. Al menos no sólo una. Cada día para mí es una experiencia distinta. No sé si será porque todos los días aprendo algo, aunque sólo sea una palabra en finlandés, o porque estando aquí soy más consciente de la capacidad para renovarse que tiene la mente, pero está siendo increíble el descubrimiento que estoy haciendo a todos los niveles. Desde luego, personalmente puedo decir que no soy la misma que cuando llegué: me he dado cuenta de cómo ha cambiado mi forma de ver las cosas, de hacerlas, de valorarlas... Y, por supuesto, esto es algo "reflexivo" también. Os explico: ha cambiado mi forma de verme y de valorarme y, en consecuencia, mi forma de relacionarme. Y no es necesario que sean grandes cambios o radicales, pero observo el trabajo que he hecho día a día y veo que hay cosas que no son como antes.

En estos dos meses que hizo ayer que estoy viviendo aquí, me he dado cuenta de que la mayor parte de mi vida, afortunadamente, he valorado las cosas pequeñas que encontraba por el camino; pero desde que estoy en Finlandia las valoro absolutamente todas. Cada gesto, cada palabra, cada acontecimiento sea bueno o no, lo valoro, lo disfruto en la medida de lo posible y trato de exprimirlo al máximo para sacar una enseñanza de él, tratando de ver lo positivo a todo. Y no os podéis hacer una idea de lo que he aprendido. Sobre los demás y sobre mí misma.

Sobre los demás, si se anda "con los ojos abiertos", se va a aprender en cualquier sitio siempre; pero aprender sobre una misma es más complicado, porque, en mi opinión, nos ocurre los mismo que a los artistas con sus obras: tanto tiempo contemplándolas de cerca te impide apreciar cómo son realmente, qué cosas están bien y qué cosas se deben mejorar. Estando en Finlandia, donde me he alejado de la persona que era en España, soy verdaderamente consciente de quién soy. Y ese es el mayor cambio que he apreciado en mí: ahora sí puedo decir que me conozco a mí misma. Soy consciente de mi identidad real, porque ya no tengo cerca a todas las personas que me ayudaron a conformarla, así que he tenido que saber cómo era yo de verdad. Y lo que he ganado en seguridad en mí misma en este tiempo es algo que no tiene precio. Pero, claro, esto requiere trabajo diario y tiempo de reflexión para poder asentar las bases de la persona que va creciendo poco a poco.

Y respecto al trabajo diario aquí, quiero que sepáis que cada día estoy más contenta: como siempre, la gente con la que trabajo es encantadora conmigo y, por fin, voy haciéndome un hueco entre los chavales, que es el objetivo. Lo mejor para mí es cuando son ellos los que vienen a preguntarme cosas, cuando vienen a gastarme bromas y, sobre todo, cuando vienen a contarme qué tal les está yendo. Porque ese es mi objetivo aquí: que confíen en mí. Sé que muchos de ellos no tienen una vida fácil, porque viven en casas de acogida al haber sufrido violencia en sus hogares o problemas de alcoholismo y eso, obviamente, hace difícil el trato con ellos a veces; pero lo voy consiguiendo. Y eso es lo que me hace sentir que me estoy realizando como persona. Para mí estar trabajando con ellos es como pasar el tiempo con mi hermana pequeña y, como hermana mayor, cuando inviertes un esfuerzo en algo y ves que lo que haces les está sirviendo de alguna manera, por pequeña que sea (repito que no hablo de grandes acontecimientos), todo lo que has apostado por esa causa vuelve a ti de alguna forma. Eso es la realización personal para mí. Y eso es lo que me motiva día a día, aunque no todos los días me levanto del mejor humor que os podáis imaginar, claro.

Ayer, de hecho, estuve primero en Voisalmi y luego vine a Monari y, al llegar, la verdad es que no me apetecía nada estar con gente. Me apetecía más quedarme sentada frente al ordenador pensando en qué escribir aquí, por ejemplo. Pero me obligué a salir y, gracias a eso, me pasé la tarde hablando con un chico y bromeando con otros tres (y, además, para mí siempre es agradable estar acompañada de las personas con las que trabajo). Esa es otra cosa que me anima constantemente: el saber que de mí depende cómo sea mi experiencia aquí y, por eso, no puedo hacer el vago y debo trabajar día tras día en ello. Eso es lo que me da fuerza y lo que me hace más valiente a la hora de tomar decisiones. Si me hubiese quedado en el ordenador ayer, además de que me habría perdido una tarde genial, posiblemente la entrada que hubiese publicado, aunque hubiese sido desde un punto de vista positivo también, habría sido algo diferente. Y, francamente, como ya están suficientemente mal las cosas en España, lo que quiero desde aquí es compartir lo mejor de cada momento. Mi intención es aportaros cosas buenas y que, cuando cerréis el blog, lo hagáis con la sensación de que también habéis vivido esto conmigo, aunque sólo sea por un momento.

Sinceramente, cuando llegué no podía esperarme que esto fuese a ser así. Finlandia me gustaba, claro, pero ahora va mucho más allá: imaginaos ese sentimiento que se tiene al creer que has encontrado a la persona con la que quieres compartir tu vida; o esa sensación, después de un mal día en el trabajo, al poner los pies en casa. Sabes que esa persona no es perfecta o que tu casa no es la mejor del mundo, pero la aceptas con sus cosas buenas y malas, porque te hace feliz. Eso es lo que siento yo con Finlandia. Y eso es algo que no había sentido antes.

¡Saludos!

viernes, 29 de marzo de 2013

Raros, venid a mí


Pensaba que dejaría de vivir situaciones surrealistas al venirme Finlandia, pero veo que no: aquí me pasan cosas incluso más extrañas. Como dice una amiga mía: mi vida parece un capítulo de "Cómo Conocí A Vuestra Madre".

El sábado pasado salí por el centro de la ciudad y la experiencia fue, cuanto menos, curiosa. Y, por supuesto, digna de contar. Me quedó clarísimo aquello de que “la primavera la sangre altera”.

Todo empezó el martes 19 en un meeting que tuvimos con la gente con la que estamos trabajando mi compañero de piso y yo: se organizó una merienda en una sala del club deportivo de la ciudad para que nos conociésemos todos. Ahí fue donde conocimos a Silvo, un eslovaco que estuvo, como nosotros ahora, de voluntario en Finlandia en el año 2006. Este chico volvió para acá en 2008 y ha estado viviendo en Lappeenranta desde entonces. Una de las trabajadoras sociales creyó oportuno presentárnoslo, porque pensó que sería interesante que compartiese su experiencia con nosotros, ya que podríamos aprender de ella. Pues bien, al parecer, este señor la experiencia que quería compartir no era precisamente la que tuvo como voluntario.

Después de la reunión, se ofreció a llevarnos en coche a casa. Parecía una persona muy amable, aunque tenía algo que a mí no me gustaba. No sé qué era, pero algo había en el interior de este personaje que hacía que a mí me saltasen las alarmas.

El caso es que, antes de montarnos en el coche, nos ofreció ir a tomar una cerveza a uno de los pubs más populares de la ciudad, el Lucky Monkeys, para conocernos un poco mejor y, como somos gente sociable, aceptamos; pero ya os digo que tenía algo que no me gustaba. Entre otras cosas, le noté que su interés hacia mí no era sólo amistoso… Y, a ver, sin ánimo de ofender y aun a riesgo de parecer superficial, este que os digo no era precisamente un Adonis. Aunque, por lo que vi, él estaba convencido de que sí.

Después de esto, nos dejó en casa y quedamos en que otro día nos veríamos los tres de nuevo para salir de fiesta. Y ese día llegó: el sábado pasado, que trabajé. Hicimos una jornada especial de comida española en mi centro joven y Dani, que estaba por el centro de la ciudad, se pasó a verme y aprovechó para decirme que había quedado con Silvo después para tomar algo y salir por ahí. Que luego podríamos quedarnos en su casa o nos acercaría él a la nuestra.

Llegó mi hora de salir, a las once de la noche, y me fui para el Lucky Monkeys, que es donde estaban los dos. Los saludé y Silvo se vino conmigo a pedir mi bebida. Cuál fue mi sorpresa cuando, al ir a pagar, me encuentro con que ha pagado él ya. Por supuesto, le dije que no hacía falta que lo hiciese, que no me gusta que me inviten (quien me conoce lo sabe de sobra); pero él dijo, con sonrisita melosa, que sí, que sí, que yo había ido allí por él. ¡MEEEC! Me saltó de nuevo la alarma, claro: le expliqué que yo no había ido allí por él, que simplemente me apetecía salir por la noche después de haber estado toda la tarde trabajando. Pero creo que le entró por un oído, rebotó contra su orgullo viril y le salió por el otro. Imaginaos la estampa: un señor con más ego que estatura, ebrio, sonriendo en un patético intento de ser un donjuán, diciéndome que yo estaba ahí por él. Intenté reprimir la carcajada, pero fue imposible.

Nos sentamos y, viéndolo venir, me fui a poner enfrente de él para guardar las distancias, porque veía que iba a ser necesario. El caso es que se puso muy pesado con que me pusiese a su lado, porque donde yo me iba a sentar ya estaba ocupado (es cierto que había gente sentada y, aunque había espacio, no sabía de quién podía ser). Aunque no le di mucho crédito, me puse a su lado porque sé cuándo y cómo pararle los pies a los de su especie. Fue cuestión de segundos que empezase a intentar meterme mano: primero me cogió por la cintura y, cuando le pedí que quitase la mano de ahí, la deslizó “disimuladamente” y me la puso donde la espalda pierde su nombre. Le miré y le dije “Silvo, ¿eres ese tipo de persona que toca mucho a los demás cuando habla, como hace la gente española, o vas de otra forma?” Como era de esperar, se hizo el tonto. Se limitó a preguntarme si me hacía sentir incómoda, a lo que le contesté, con toda la educación que me permitía la ocasión, que sí, claro; pero siguió sin quitar la mano. Llegó mi compañero y, en español, le expliqué lo que estaba pasando para ver si me podía cambiar el sitio. Entonces quedamos en que, disimuladamente, lo haríamos en cuanto fuera posible. El casanova de Silvo siguió con su actitud de rompecorazones conmigo, cosa que no me hacía ninguna gracia, porque imaginaos la situación: yo soltera, extranjera, en un pub lleno de finlandeses buenorros, con un pulpo eslovaco cogiéndome de la cintura. Pues mis posibilidades de encontrar a uno que de verdad mereciese la pena se veían muy reducidas. Me volvió a preguntar si me hacía sentir incómoda y le expliqué que, además de que yo no era así, no era lo mismo tocar a alguien de manera normal cuando estás hablando que eso que estaba haciendo él. Esto mientras pensaba “Sí, me encanta. ME ENCANTA QUE ME ESTÉS ESPANTANDO A LOS CHICOS AQUÍ. ME ENCANTA. Sigue haciéndolo, por favor”.

Bien, pues cuatro veces más se repitió la situación de ponerme las putas manitas donde no debía, hasta que, a la quinta, se las cogí y se las quité de mala manera. Estaba más que cansada de repetirle que parase, que no llevábamos allí ni media hora y ya estaba así, que yo no quería nada con él y que, sinceramente, me estaba espantando a los que sí me interesaban. Bueno, pues su reacción fue la siguiente: le pidió el abrigo a mi compañero, cogió su bolso y nos dijo que se iba a pedir otra cerveza. Obviamente, no fue a pedir otra bebida: en un alarde de madurez, decidió marcharse a su casa como un cobarde, dejándonos tirados allí sin manera de poder volver, porque aquí por la noche no hay autobuses. Y nosotros vivimos a 9 km del centro de la ciudad.

Yo, que me lo había imaginado al verle coger sus cosas, no me sorprendí; pero la reacción de mi compañero al percatarse de que nos había vendido fue bastante interesante. El caso es que lo principal era cómo volvíamos a casa sin gastarnos un dineral en un taxi, que aquí cuestan una pasta. Así que empezaba nuestra aventura.

Mientras estábamos sentados pensando en qué hacer, avisé a un amigo finlandés, por si tenía idea de qué otro autobús podríamos coger a esa hora (eran las doce de la noche aún), ya que hacia algunas zonas los había a esa hora. Entonces me dijo que él iba a salir por la ciudad. ¡Bien! Al menos teníamos una alternativa si no encontrábamos cómo volver a casa.

Bueno, pues Dani empezó a hablar con un chico que teníamos sentado al lado, porque aquí en los pubs la gente comparte asientos aunque no se conozcan. Y resultó ser un tío majo que nos ofreció su casa para quedarnos a dormir si lo necesitábamos. Eso es algo que yo en España también he vivido alguna vez, en casos extremos, y nunca me han quitado un órgano ni nada, así que decidimos fiarnos.

Estuvimos tomando unas cervezas con él y la verdad es que era un tío encantador, pero principalmente con Dani: le invitaba a todas las consumiciones que quería y él, que llevaba desde las seis de la tarde bebiendo, parecía que no veía el límite, aunque también le saltó la alarma.

Mientras estábamos así, conocí a varias personas, ya que, en vistas del momento íntimo que estaba viviendo Dani con su pagafantas, decidí irme de relaciones públicas un rato. Y dio resultado: otra chica nos ofreció su casa para quedarnos si lo necesitábamos. Me explicó que ella vivía sólo a 1 km de la ciudad y que, además, no quería que nos fuésemos con el otro, porque hace tiempo vio un documental “en el que salía un violador con su misma cara”. Así que, en vistas de cómo había empezado la noche, pensé que podía llevar razón y que era conveniente hacer caso a la intuición.

Después de este pub, visitamos otro, el Old Cock, que también es muy conocido en la ciudad. Y aquí estuve hablando con tres chicos. La verdad es que eran majísimos y uno de ellos hasta estaba casado y enamoradísimo de su querida esposa, así que me inspiraban confianza, que era algo que me hacía un poco de falta esa noche.

Cuando cerraron este pub (sí, somos unos cierrabares, pero es que aquí cierran muy pronto), nos fuimos a casa de esta chica y, de camino, nos encontramos con su novio, que se iba a dormir con ella también.

Ya en su casa, después de estar como una hora hablando los cuatro, nos dejaron unas mantas y nos acoplamos en el salón: yo en el sofá y Dani en el suelo con una esterilla y una almohada. Bien, pues cuando llevábamos como un par de horas durmiendo, me despierto sobresaltada por un golpe. Me giro casi sin poder abrir los ojos y veo al novio de la chica medio agachado diciéndole algo a Dani. Deduje que iría a la cocina y que, de camino, se había tropezado y le estaba pidiendo perdón. Bueno, pues sigo durmiendo y noto que se sienta a mi lado, a la altura de mi espalda. Pensé que se iría, pero no. Y no sólo no se fue, sino que se tumbó a mi lado. Os podéis imaginar cómo me quedé. No podía dejar de pensar “¿Se puede saber qué cojones os pasa a todos hoy?”. Ya había tenido bastante con el otro memo, que, por cierto, no había sido el único que me había tirado los tejos esa noche.

Bien, dentro de lo anormal de la situación, intenté seguir durmiendo, pensando que se marcharía, cosa que no hizo. Siguió ahí hasta que, sobre las doce, se despertó su novia y vino a por él. Cuando salió ella de la habitación, yo estaba despierta, pero me hice la muerta. No la dormida, no: la muerta, por si acaso. Ella sólo lo mandó a la habitación y se fue con él. Supongo que le echaría la charla. O no. Ya no sé…

El caso es que ya se levanta Dani también y me dice “¿Qué te parece lo de este tío?”. Yo le dije que me parecía raro, claro, pero que al menos la novia no había reaccionado mal. Y me dice “No, lo de que estaba en bolas”. Y yo “Pero ¿qué dices? No… Si llevaba una camiseta, que lo vi yo”. Su respuesta fue: “Sí, SÓLO una camiseta. No llevaba calzoncillos”. Ahí mi cabeza ya sí que no me daba para entender absolutamente nada. Como dice una amiga mía, le debió dar un "Harlem shake neuronal o algo".

Bien, después de unas pautas de protocolo y deseando no tener que verle la cara al sujeto de nuevo, nos marchamos de esa casa y llegamos a la nuestra.

Ya a salvo, decidí echar mis pantalones a lavar y, antes de ello, miré si llevaba algo en los bolsillos. Encontré un ticket y recordé que esa noche, cuando estaba hablando con los tres tipos aquellos tan simpáticos del Old Cock, uno de ellos me preguntó que cómo habíamos ido a parar allí. Se lo conté mientras pedía una bebida y, casualmente, vio que me guardaba el ticket de la consumición. Me preguntó que por qué. Le expliqué que era porque quizá al acabar el proyecto me podían pedir justificar en qué había gastado el dinero y que, aunque fuese con tickets de cerveza, pensaba justificarlo. Entonces me ofreció su ticket. Me negué y él insistió unas cuantas veces así que, en vistas de que no lo iba a coger, me lo metió en el bolsillo del pantalón (al menos este ni me rozó al hacerlo, no como los otros).

Volviendo al momento en el que lo encontré: lo abrí para ver el importe de su consumición y… ¡Oh, sorpresa! Estaba su número de teléfono. En ese momento me dio la risa ya, porque era todo demasiado surrealista. Obviamente, no le he llamado.

Es curioso que aquí todo el mundo me ha vendido a los finlandeses como chicos tímidos, pero no acabo de tener muy claro que eso sea cierto. En cualquier caso, ahora me da un poco de miedo salir de fiesta otra vez.

Os mantendré informados.

¡Saludos!